Dale, dale con el Look
El consumo del rock –y hablamos del rock, el punk, el glam, el indie, el downtown music, el pop, el art rock, el new wave, el soft Boise y más– es una usina de arte, moda, estilos, actitudes tan capitalista como anticapitalista. De otro modo no se entendería el caso del movimiento punk, que fue el género vampirizado y está totalmente mediado por la imagen. Así lo explicó Victoria Lescano, periodista especialista en moda y autora del libro Prêt-á-Rocker
Cuando alguien escucha por primera vez un disco, al mismo tiempo mira la portada y el booklet que acompaña al CD. Ve el videoclip de una canción llamado corte de difusión y distingue un determinado despliegue escénico y coreográfico cuando asiste a un concierto. Nadie dice: “hoy a la noche voy a ir a escuchar a Lovorne”, sino que dice: “hoy a la noche voy a ir a ver a Lovorne”. O sea, que podemos decir que el vínculo entre la imagen elevada y el rock existe desde un primer paso.
A partir de la sistemática degradación del género sentenciada por las lisérgicas parodias de Peter Capusotto hablar del rock como cultura, como moda, es un tema que resulta muy complicado. ¿Cómo no asociar a Pomelo como resultado de una mezcla de Juanse y Fito Páez, después de un fin de semana de gira? ¿Cómo tomarse en serio el lookeo y poses de ciertos rockstars? Pero existe y la moda aparece vinculada a la idea de los actual, aquello que está en vigor y que puede ser indicio de cambios sociales, políticos, económicos y culturales.
Las tiendas de Buenos Aires y del exterior con anclaje en la estética del rock fueron de visita indispensable en el placard de los músicos argentinos entre 1967 y 2010: el paso por calles de San Francisco, por mercados y pequeñas tiendas de Londres, los galpones y los puestos consagrados al vintage tanto en Manhattan como en los barrios porteños de Pompeya, Once, Barrio Norte o San Telmo. Igualmente el rasgo más común y particular del estilo del rock argentino es la cuota casera, la falta de presupuesto y la necesidad a estar lookeado como acople visual al mensaje manifestado musicalmente hicieron que en la mayoría de los casos las prendas fueran diseñadas por los propios músicos, cosidas por sus madres o novias modistas o simplemente ropa tomada del placard de algún familiar.
En los sesenta la precursora de vestir rockeros fue Rosa Bailón, dueña de la famosa tienda Mme Frou Frou y autora de las camisas Donovan (camisas unisex con prints de estrellas o ceros), que abundaban en el placard de Pappo, Javier Martínez y Litto Nebbia.
Finalizando la década del ochenta, la galería comercial Bond Street situada en el downtown fue hasta 1998 el epicentro de locales de diseñadores independientes entre tiendas de tatuajes y piercings, con abundancia de capelinas y nueva psicodelia.
Soda Stereo - 1987 |
La industria de la moda unió gestos e iconografía de la cultura rock pero también el rock produjo una industria de consumo propia, consumida y consumidora.
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